Tiempo, valioso tesoro

Escrito por José Antonio Pérez Cruz


Convivir con jóvenes de secundaria todos los días es algo increíblemente ilustrativo y satisfactorio, y es precisamente por ello que puedo afirmar que una de sus virtudes más notorias es la de saber perder el tiempo.

Y si como dicen: “el tiempo es oro”, hay que saber gastarlo. Entre la magnificencia o la liberalidad y la mezquindad o tacañería, parece que resulta indispensable gastarlo con prudencia y suficiencia.

Y es que, análogamente si el tiempo es vida, ¿para qué es la vida si no es para vivirla y vivirla bien?.

Ya nuestro buen Aristóteles advertía que lo propio de la persona son las actividades espirituales y racionales; entre ellas del desarrollo y cultivo de la amistad (tan valorada por nuestros adolescentes). Los esclavos en la polis trabajaban en la actividades manuales, pedestres y productivas para que sus amos pudieran vivir el ocio; para que pudieran “perder el tiempo”. Los hombres libres se dedicaban a la filosofía, la política, las letras, el teatro, la religión y por supuesto al esparcimiento y disfrute de las fiestas y celebraciones. ¿Cuánto le debe nuestra civilización a esta aparente (si no es que falsa) dicotomía entre el ocio y el negocio?

Y es que claramente nadie da lo que no tiene; nadie puede perder lo que no posee.

Aprovechando el “Círculo de Lectura” que hacemos año con año en el Liceo, releí la extraordinaria novela de Michel Ende: “Momo”. En ella, los hombres grises son unos implacables ladrones del tiempo; ayudan a las personas a optimizar este escaso recurso: se trata, según explican, de trabajar más rápido y abandonar todo lo inútil. “Usted vive solo con su anciana madre (…) cada día le dedica a la anciana una hora, en la que se sienta a su lado y charla con ella, aunque es sorda y apenas la oye. Así que es tiempo desperdiciado (…) También sabemos que va al cine una vez por semana, otro día canta en un coro (…) el resto de las tardes se encuentra con amigos o incluso a veces lee un libro. En resumen, usted mata el tiempo con actividades inútiles (…) 1, 324, 512 segundos desperdiciados hasta ahora”, le dice el agente XYQ/ 384/b al señor Fusi, el apacible peluquero. ¿Acaso no es esta la constante tentación de nosotros los mayores? ¿Qué de esto no se trata “ser adulto”?

Los adolescentes, a diferencia de muchos adultos, son amos y señores de su tiempo; son despreocupados y olvidan, en la mayoría de los casos, cualquier tipo de interés por el mañana. Son unos maestros en Vivir el Hoy; tienen en gran estima al otro y no dudan en pasar largas e interminables horas con sus amigos sin hacer nada. Me atrevo a pensar que en ese ir y venir es donde nacen y se desarrollan la introspección, la melanocolía, la crítica, la creatividad y la rebeldía como fuente de crecimiento personal… Qué maravilla.

Caminar en el Bazar del Sábado (en San Ángel) o en Coyoacán; entrar en una librería y hojear los libros, ver las ilustraciones y salir después de un par de horas con un separador; ira un centro comercial a ver escaparates y probarse algunas prendas para salir de cuanta tienda se nos cruce con un simple “sólo estoy viendo”. Caminar por un mercado oliendo frutas y terminar comprando unas gorditas hechas a mano. Ir a un museo aunque sea la vigésima octava vez que lo visitamos o incluso aventurarnos en las callejuelas y recovecos de un Pueblo Mágico. Salir a comer o tomar algo con la familia haciendo tal sobremesa que nos sorprenda viendo a los meseros voltear las sillas de las mesas de junto; pasear en familia a nuestro perro por el Parque España sin más apuro que recoger las “gracias” del can en cuestión…

En fin, Perder el Tiempo es indudablemente un Arte; sin temor a equivocarme el Ocio es la Madre de una Vida mas Padre.

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